Investigación en comunicación en América Latina


Por Luis Ramiro Beltrán

Comunicólogo, periodista y escritor boliviano. Premio Mundial de Comunicación McLuhan-Teleglobe del Canadá (1983) y Premio Nacional de Periodismo de Bolivia (1997).
Publicado en Revista Chasqui, número 100.






¿Cuándo comenzó la investigación científica de la comunicación social en América Latina?Estudios recientes, propiciados por el insigne comunicólogo brasileño José Márques de Melo, sitúan al origen de aquella actividad entre fines del primer tercio y la mitad de la década de 1920.
Lo detectan en unas cuantas obras sobre periodismo publicadas a partir de entonces por unos pocos estudiosos. Señalan que ellos comenzaron a sustituir al tradicional y preponderante método histórico-jurídico por una primera aproximación al método científico, al obtener información de fuentes hemerográficas y bibliográficas y de registros de entrevistas, y al recurrir al análisis comparativo de datos. Identifican como pioneros de ese emprendimiento a Sobrinho Barbosa Lima, periodista brasileño; a Gustavo Adolfo Otero, periodista, escritor y diplomático boliviano; a Carlos Andrade Rizzini, periodista y empresario de prensa brasileño; y a Octavio de la Suarée, periodista y político cubano. E indican que sus textos más expresivos de tal innovación fueron estos: O Problema da Imprensa, de Barbosa Lima (1923); La Cultura y el Periodismo en América, de Otero (1925, 1a. edición y 1953, 2a. edición aumentada y revisada); O Libro, o Jornal e a Tipografía de Rizzini (1946); y Socioperiodismo, de De la Suarée (1948).
En 1963 dos estudios seminales marcaron el nacimiento de la corriente de pensamiento académico, que unos años después llegaría a constituir la vigorosa y crítica “Escuela Latinoamericana de Comunicación”. Uno fue el libro Comunicación y Cultura de Masas, del investigador venezolano Antonio Pasquali, filósofo de la cultura identificado con las ideas de la “Escuela de Frankfurt”. El otro fue el libro Conducta, Estructura y Comunicación, del investigador argentino Eliseo Verón, filósofo y semiólogo identificado con el pensamiento marxista. Ambos científicos son, por tanto, reconocidos como los precursores.
Pasquali diferenció la información, unilateral, mecánica y poco racional, de la comunicación, bilateral, interactiva y racional. Acotó que la información es masificante y dominadora, en tanto que la comunicación es individualizante y ajena al sometimiento del receptor de los mensajes al emisor de ellos. Hizo análisis crítico de los medios, especialmente los audiovisuales, en su país. E iría a proponer más tarde bases para una política de comunicación y cultura para el mismo.
Verón estudió el papel de la ideología en la comunicación masiva, advirtiendo que no debía confundirse la función expresiva de los mensajes con su operación ideológica. En consecuencia, planteó que es responsabilidad del comunicólogo revelar la real función de los mensajes más allá de la aparente. Y advirtió que, puesto que el sentido se genera en la recepción, la formulación teórica no debía confinarse a la producción.En la década de 1960A lo largo del decenio del 60 fue aumentada, propiciada por el CIESPAL en materia de periodismo, la investigación en comunicación en la región. Pero los casos en que ella se hacía bajo un enfoque crítico eran aún muy pocos. Fue a principios de la década de 1970 que ese tipo de estudios comenzó a aumentar conforme iba emergiendo -sin anuncio, directorio ni estatuto- una comunidad latinoamericana de investigadores científicos consciente de la deplorable realidad latinoamericana y dispuesta a contribuir a cambiarla en pro de la verdadera democracia.
En noviembre de 1970, en un seminario auspiciado en Costa Rica por la Fundación Ebert y el CIESPAL se presentó a debate el primer análisis crítico general del sistema y del proceso de comunicación en la región latinoamericana. Fue un “diagnóstico de la incomunicación”, pues halló evidencia de que los medios masivos de comunicación concentraban la difusión de sus mensajes en la población urbana pudiente, en tanto que su alcance de la población rural sumida en la pobreza iba de nulo a mínimo, especialmente en los casos de la prensa escrita y la televisión. El contenido de dichos mensajes, del todo ajeno al campesinado, prefería lo trivial y lo sensacional a lo sustantivo y a lo útil para procurar el desarrollo nacional. Más aun, en diversas formas los medios contribuían al mantenimiento del status quo propicio a la perpetuación de la dominación oligárquica en desmedro de las mayorías oprimidas. La propiedad de aquellos era mayoritariamente privada y mercantil, y en algunos casos monopólica.
También en 1970, la investigación denunció la dependencia de la comunicación masiva latinoamericana del poderío comercial y político de los Estados Unidos de América. Se distinguió en ello el abogado y demógrafo belga Armand Mattelart, radicado entonces en Chile, desde donde produjo importantes análisis críticos de enfoque marxista sobre la naturaleza de ese fenómeno al que identificó como “imperialismo cultural”. Esos y otros estudios verificaron que:
cuando menos dos tercios del tráfico noticioso internacional sobre Latinoamérica estaba a cargo de la Associated Press y la United Press;
firmas estadounidenses manejaban la mayoría de los anuncios de las corporaciones transnacionales, de las encuestas de opinión y de los estudios de mercadeo; y,
un alto porcentaje de las películas cinematográficas y de los programas de televisión provenían de los Estados Unidos de América y también lo hacían, en traducciones o adaptaciones, revistas populares incluyendo las de historietas.
Comunicación popular democráticaOtra importante línea de investigación establecida a principios de los años del 70 fue la de la comunicación popular democrática llamada “horizontal” por ser bidireccional y no autoritaria, “alternativa” por ser contestataria a la dominación interna y “participatoria” por ser protagonizada por gente del pueblo raso. Este rubro produjo valiosos testimonios de los diversos formatos de tal comunicación, creativamente forjados por grupos comunitarios en varios países de la región, gradualmente a partir de principios de los años del 50, y con profusión e intensidad en los del 60 y del 70, a menudo con respaldo de la Iglesia Católica especialmente en cuanto a radio educativa.

La práctica antecedió así por muchos años a la teoría que solo comenzó a ser formulada a lo largo del primer tercio de la década de 1970, en buena parte bajo el estímulo del pensamiento innovador del destacado educador brasileño Paulo Freire. Entre los precursores en este empeño sobresalieron Frank Gerace (Estados Unidos), Juan Díaz Bordenave (Paraguay), Joao Bosco Pinto (Brasil), Mario Kaplún (Uruguay), Daniel Prieto (Argentina), y Francisco Gutiérrez (España). Y entre los proponentes de reemplazar el modelo clásico de comunicación planteado por Harold Laswell por modelos de comunicación democrática -basados en la fórmula acceso-diálogo-participación- estuvieron Rafael Roncagliolo (Perú), Fernando Reyes Matta (Chile) y Luis Ramiro Beltrán (Bolivia).

En 1974, la UNESCO llevó a cabo en Bogotá, Colombia, la Primera Reunión de Expertos sobre Políticas Nacionales de Comunicación. Encomendó a Luis Ramiro Beltrán la preparación de un conjunto de bases conceptuales y operativas para la reflexión en ella. Los expertos latinoamericanos participantes acogieron dicho punto de partida y, como producto de sus deliberaciones, produjeron un sólido informe propositivo como agenda para la Primera Conferencia Intergubernamental Latinoamericana sobre la materia. Al conocerlo, la Asociación Interamericana de Radiodifusión (AIR) y la Sociedad Interamericana de Radiodifusión (SIP) desataron una intensa y virulenta campaña contra lo que consideraban un atentado contra la libertad de información, pero no lograron obligar a la UNESCO a que cancelara la Conferencia Intergubernamental prevista. En efecto, ella se realizó en 1976 en San José de Costa Rica y -basándose en las formulaciones de Bogotá pese a la objeción de la AIR y la SIP- culminó con la emisión de una histórica declaración y con la aprobación de un conjunto de resoluciones para que los gobiernos latinoamericanos establecieran aquellas políticas por acuerdo pluralista y consensual entre los interesados.El NOII en la década de 1970El pensamiento latinoamericano también hizo valiosos aportes al encendido debate mundial de los años 70 sobre la propuesta de los Países No Alineados de un Nuevo Orden Internacional de la Información (NOII), así como a las cruciales deliberaciones de la Comisión MacBride de la UNESCO.

Desde el comienzo de la década de 1970 se formularon severas críticas a la investigación sobre comunicación basada en la orientación y en la metodología estadounidense, principalmente instrumental, para persuadir a la gente de que no se opusiera al mantenimiento de la dominación. Se reprochó al positivismo y al funcionalismo, denunciando como nocivo el énfasis en el estudio de los efectos. En 1973, el CIESPAL y la Fundación Ebert auspiciaron un seminario latinoamericano en investigación sobre comunicación. Admitiendo la naturaleza dependiente de la teoría y de la metodología vigentes en la región, los participantes de este histórico encuentro propusieron la búsqueda de alternativas apropiadas a la problemática de la región. En 1974 se dio a conocer el primer inventario analítico abarcador de las investigaciones hasta entonces realizadas en la región. Este llegó a la conclusión de que aquella tarea había sido mayormente una “indagación con anteojeras”, por no haberse compaginado con la realidad latinoamericana tan distinta de la estadounidense. Y en 1976 salió a la luz una crítica aguda y pormenorizada a las premisas, los objetos y los métodos foráneos que estaban siendo indiscriminadamente empleados en aquella indagación. Ella censuró la “glorificación de hechos y cifras”, desahució la validez para la región de la teoría de la “difusión de innovaciones” y terminó abogando por que se forjara una “comunicología de liberación”.
En suma, aproximadamente desde fines del primer tercio de la década de 1960 hasta el término de la de 1970, los adherentes a la Escuela Latinoamérica de Comunicación -rebeldes francotiradores comprometidos con el ideal democrático- supieron cumplir con lucidez, denuedo y firmeza la misión transformadora que se habían impuesto: demandar que la ciencia se ponga al servicio del cambio justiciero en favor de los más.

No hay comentarios: