> Apocalípticos e integrados

Por Juan Pablo Rizza, alumno de la Licenciatura en Relaciones Públiacs e Institucionales (UADE)


Apocalípticos e Integrados es un estudio sobre la cultura popular y los medios de comunicación, a través de una serie de ensayos que examinan las diferentes posturas de la sociedad ante la cultura de masas.
Quizá personifique el autor, Umberto Eco, el ejemplo del intelectual de su época: especialista en el medioevo convertido en semiólogo, autor de textos teóricos que son alimento de intensos debates en las universidades, pero a la vez, un escritor de ficciones que hallaron un interesante lugar en la industria cultural.
El autor considera que existen equivocaciones en ambas posturas y propone un enfoque diferente a este conflicto ideológico. Por una parte, los “integrados” tienen un descuido grave cuando sostienen que la producción cultural es buena en sí y por lo tanto no debe ser criticada; por la otra, los “apocalípticos” fallan al considerar la cultura de masas como irrelevante sólo porque es industrial, sin ver las aportaciones valiosas que muchas veces puede generar.
Repasaremos brevemente, algunas de sus principales propuestas a través de sus obras más difundidas.


Cultura de Masas
Hacia la segunda mitad del siglo XX, posiciones encontradas comienzan a debatir respecto a la aparición de multitudes en la vida social, lo cual a partir de las tecnologías de la comunicación, se transformó en un fenómeno evidente y perdurable. La industria cultural, irrumpe en el escenario con novedosas propuestas, por cierto, en muchos casos, más que cuestionables. Surge pues, el concepto de cultura de masas, término ambiguo que pretende incluir los medios de comunicación audiovisuales (radio, cine y TV), como a la gráfica (diarios y revistas) y a la industria editorial (Best sellers, literatura de consumo masivo).
En este contexto, los medios ponen los bienes culturales al alcance de todos, adecuando el contenido muchas veces, al "nivel" del receptor, esto es, haciendo que la asimilación sea más simple e incluso superficial. Este proceso de "adaptación" de los contenidos, se traduce en una extensión del campo cultural.
Surge entonces, la necesidad de contextualizar la cultura de masas: es imposible conocerla si se omite que los medios de comunicación se desarrollan en el momento exacto en que las grandes masas comienzan a ser protagonistas de la vida pública, imponiendo así un lenguaje propio y exigencias particulares. Sin embargo, Eco dejará claro que el modo de divertirse, de pensar, de imaginar de las clases populares es incitado por los medios y revela los modos de pensar de la clase dominante. Y en este sentido, los medios proponen situaciones que no tienen ninguna conexión con la realidad de los consumidores. En síntesis, la cultura de masas ofrece expresiones culturales de la burguesía a los sectores populares.

Críticas a la cultura de masas
1. Como se dirige a un público vasto, y con el objetivo de satisfacer sus expectativas, sortea propuestas originales que puedan disgustar a algún sector en particular.
2. Como es un mensaje reservado a una clase de tipo homogénea, tiende a neutralizar las discrepancias particulares de cada grupo étnico.
3. No promueve reformas en la sensibilidad o el gusto de de las masas.
4. No aviva la reflexión, nutriendo emociones superficiales e inmediatas.
5. Los consumidores están subordinados a las leyes de oferta y demanda.
6. Ofrece al público solamente lo que éste desea, o peor aún, le insinúa lo que debe anhelar.
7. Excluye las diferencias entre las producciones de la cultura de élite y la industria del espectáculo y el entretenimiento.
8. Estimula una apariencia pasiva y poco crítica.
9. Maniobra en el plano de las opiniones comunes en base al esfuerzo existente previamente en el seno de la sociedad.
10. Favorece el conformismo.
11. La clase dominante suele manipularla como vehículo del control social.
12. Recurre a modelos impuestos verticalmente para impedir del ascenso y progreso de las masas.

Beneficios de la cultura de masas
1. Un vasto grupo social participa con paridad de derechos en la vida pública, el consumo, contentando de las comunicaciones disponibles.
2. La provisión de información que ofrecen los medios masivos de comunicación, aumenta la formación e incentiva la reflexión.
3. La homogeneización del gusto permite que ciertas diferencias de clases se eliminen, unificando sensibilidades nacionales.
4. Favorecen la circulación de información, incitando la curiosidad y ansias de saber en sectores antes marginados.
5. El hombre contemporáneo puede acceder a aspectos del mundo que antes sólo eran patrimonio de una elite.
6. Ayudan en la renovación cultural, mediante la aparición de desconocidos modos de hablar y la incorporación de novedosos lenguajes artísticos

Según la visión de Eco, para la aristocracia, la idea de compartir la cultura de modo tal que pueda llegar y ser estimada por todos es un contrasentido, por lo tanto, no se trataría de una cultura sino de una "anticultura". Por el contrario, aquellos que aceptan el fenómeno, sostienen que gracias a él es posible acercar a las grandes masas, manifestaciones artísticas a las que antes estaban marginados. Los aristócratas serán pues, los pesimistas, o los apocalípticos mientras que los optimistas, serán llamados integrados Notémoslo, en sus propias palabras:

Los apocalípticos
Si la cultura es un hecho aristocrático, cultivo celoso, asiduo y solitario de una interioridad refinada que se opone a la vulgaridad de la muchedumbre (Heráclito: «¿Por qué queréis arrastrarme a todas partes oh ignorantes? Yo no he escrito para vosotros, sino para quien pueda comprenderme. Para mí, uno vale por cien mil, y nada la multitud»), la mera idea de una cultura compartida por todos, producida de modo que se adapte a todos, y elaborada a medida de todos, es un contrasentido monstruoso. La cultura de masas es la anticultura. Y puesto que ésta nace en el momento en que la presencia de las masas en la vida social se convierte en el fenómeno más evidente de un contexto histórico, la «cultura de masas» no es signo de una aberración transitoria y limitada, sino que llega a constituir el signo de una caída irrecuperable, ante la cual el hombre de cultura (último superviviente de la prehistoria, destinado a la extinción) no puede más que expresarse en términos de Apocalipsis[1]”.
Estos, los apocalípticos, encuentran en la cultura de masas la hipérbole de lo que consideran la “anticultura”, para ellos signo de la decadencia total. Su calificativo se debe a que exponen el fenómeno con tonos apocalípticos y se resisten a reconocer cualquier nuevo elemento como valioso, ya que esto implicaría un cambio que a la larga puede llegar a la aniquilación total de los patrones culturales ya establecidos. Condenan todo aquello que tenga que ver con nueva tecnología y su empleo en el arte, y rechazan la distribución de información en abundantes cantidades.

Los integrados
"En contraste, tenemos la reacción optimista del integrado. Dado que la televisión, los periódicos, la radio, el cine, las historietas, la novela popular y el Reader's Digest ponen hoy en día los bienes culturales a disposición de todos, haciendo amable y liviana la absorción de nociones y la recepción de información, estamos viviendo una época de ampliación del campo cultural, en que se realiza finalmente a un nivel extenso, con el concurso de los mejores, la circulación de un arte y una cultura «popular». Que esta cultura surja de lo bajo o sea confeccionada desde arriba para consumidores indefensos, es un problema que el integrado no se plantea. En parte es así porque, mientras los apocalípticos sobreviven precisamente elaborando teorías sobre la decadencia, los integrados raramente teorizan, sino que prefieren actuar, producir, emitir cotidianamente sus mensajes a todos los niveles. El Apocalipsis es una obsesión del dissenter, la integración es la realidad concreta de aquellos que no disienten. La imagen del Apocalipsis surge de la lectura de textos sobre la cultura de masas; la imagen de la integración emerge de la lectura de textos de la cultura de masas. Pero, ¿hasta qué punto no nos hallamos ante dos vertientes de un mismo problema, y hasta qué punto los textos apocalípticos no representan el producto más sofisticado que se ofrece al consumo de masas? En tal caso, la fórmula «apocalípticos e integrados» no plantearía la oposición entre dos actitudes (y ambos términos no tendrían valor sustantivo) sino la predicación de dos adjetivos complementarios, adaptables a los mismos productores de una «crítica popular de la cultura popular»[2]”.
Los integrados son aquellos que creen de manera optimista que experimentamos una magnífica generalización del marco cultural, y defienden este fenómeno ciegamente. Están convencidos de las bondades de las nuevas tecnologías, y las difunden como parte fundamental de un futuro más libre y prometedor.
El autor considera pues, que el error de los integrados es defender al extremo la cultura de masas creyendo que la multiplicación de los productos culturales es buena en sí misma, esto es, carecen de una actitud crítica que considere la posibilidad de buscar nuevas orientaciones. Por otra parte, los apocalípticos confían que es posible proporcionar una cultura que evite el condicionamiento industrial. Esto sería un error, puesto que no tiene sentido considerar que la cultura de masas es mala solo por el hecho de que sea industrial
Finalmente no es cuestión de calificar si es saludable o nociva la existencia de la cultura de masas: esto nos volvería forzosamente apocalípticos o integrados. Hay que aceptar que existe, y sería definitivamente más edificante enfocar todos estos esfuerzos en torno a la cultura para lograr acciones que den como fruto verdaderos valores culturales.¿Qué hace que la gente se identifique tanto con el simbólico Superman?¿En qué consiste el buen gusto? ¿Qué aportaciones valiosas tiene la música electrónica?
Mediante el análisis de tres ejes fundamentales, como los diferentes “niveles de cultura”, los personajes, y finalmente los sonidos y las imágenes, Eco da respuesta a estas preguntas y logra hacernos reflexionar sobre fenómenos como el Kitsch, el lenguaje del comic, el uso práctico de los personajes, la producción mecánica de música culta y los medios audiovisuales como hecho estético, entre muchos otros temas.

Desarrollaré el concepto de kitsch por considerarlo importante para la resolución de la temática propuesta.

El kitsch: la estética del mal gusto

Una de las características de la cultura de masas está basada en la estética kitsch. Este estilo, podría describirse del siguiente modo:
1. Toma procedimientos de la vanguardia artística, esto es, de las expresiones artísticas más innovadoras, y los "adapta" a un nivel accesible a las grandes masas. Esto es que, simplifica y superficialaza la manifestación artística para ampliar las audiencias.
2. Tales procedimientos son empleados solo cuando las vanguardias se han difundido lo suficiente hasta ser aceptadas (es decir, cuando dejaron de ser innovadoras), de esta forma, se evita el riesgo de rechazo.
Ejemplo: capítulos de series televisivas que imitan el montaje rápido y fragmentado de las películas de los hermanos Wachowski (Matrix), quienes son considerados cineastas vanguardista.
3. El kitsch busca siempre un efecto inmediato y fácil, para lo cual, apela a los lugares comunes, esto es imágenes y palabras de reconocida efectividad. De esta forma, recurre a la redundancia, insistiendo con un mismo recurso.
Ejemplo: en las telenovelas, a través de la sobreactuación, musicalización para el efecto "romántico". O en el cancionero romántico, el abuso de frases y palabras tenidas por "románticas".
4. Pretende engañar al consumidor pasando tales productos por manifestaciones artísticas genuinas, cuando en realidad, solo se trata de versiones vulgarizadas.
5. Como el consumidor cree haber accedido a la cultura, el kitsch cumple una función "tranquilizadora" que desvía el interés por otro tipo de inquietudes.
Ejemplo: productos televisivos pretendidamente "culturales" que son producidos industrialmente y no representan manifestaciones artísticas.
[1] Eco, Umberto. Apocalípticos e integrados; . Barcelona : Tusquets, Lumen, 2001. 366 p. Fábula.
[2] Eco, Umberto. Apocalípticos e integrados; . Barcelona : Tusquets, Lumen, 2001. 366 p. Fábula.

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